lunes, 12 de diciembre de 2016

EL ARBOLITO

Eran tres arbolitos, más flacos que esqueletos.

Erguidos con penachos de hojas verdes y nuevas.

Débiles como un tallo, arqueados por el viento.

Y hasta limpiando el aire con ágiles maneras.

 

Pero un día una mano malévola y mañera,

lo quebró al más endeble saqueando su follaje,

dejando un hueso flaco, desmelenado y triste,

mutilando sus ramas, con su hazaña cobarde.

 

Llegaron las lloviznas, las brisas y otra mano,

la mano del sol nuevo tejiendo una caricia.

Y el arbolito herido, sin hojas, bebió el aire

con el resto de savia que en su raiz vivía.

 

Tal vez sin darme cuenta, cegado por la prisa

pasé por su costado por no ver su agonía.

Pero fue una mañana que con ojos abiertos,

advertí los verdores que en su altura crecían.

 

¡Qué lección la del árbol y la naturaleza!
¡Qué manera tan simple de enseñarle a la vida!

El no entregarse nunca, el saber levantarse,

el luchar sin rendirse, cara al cielo y al día.

                                                                    H.N./1/2015

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